6:23am, Jan 14 - Paolo: Yo llego el domingo al colegio, te mando mensaje
9:24pm, Jan 14 - Alex: Y platicamos…
6:24am, Jan 14 - Paolo: Me voy a dormir gordito porque no he recuperado mis horas de sueño, linda noche tqm
9:26pm, Jan 14 - Alex: Va, te quiero
6:26am,
Jan 14 - Paolo: Hahaja vale naquito. Yo también, lo sabes, descansa
xoxo
10:30am, Jan 16 - Alex: Mejor naco sabroso jajaja que ser fresa babosa (tú)
10:30am, Jan 16 - Alex: Mejor naco sabroso jajaja que ser fresa babosa (tú)
Del amor al odio sólo hay un
paso, y estos dos se odiaban tanto como se querían. Alejandro citó a Paolo en
un bar junto con otros amigos para celebrar que él, Paolo, regresaba de Korea
del Sur, después de la aventura de su vida en el otro lado del mundo.
Aunque Alejandro se ofreció en
pasar por Paolo en su coche, éste decidió llegar por su pie, pues necesitaba
llevar a envolver ese regalito que Paolo compró especialmente para Alex en
Seúl.
Después de un rato, ahí iba Paolo
entrando al bar, con ese estilo muy propio de contonearse y ese gusto por la
moda que, ahora estaba muy influenciada por el kpop. De crop top con
tirantes estampado con un osito muy kawaii,
con un globo de diálogo gritando “saranghae”,
short cortito y a la cadera, sneakers
de botita, cardigan ligero y gafas de impacto que sólo se han visto en Ana
Wintour. Al fondo de la terraza de aquel bar estaba Alejandro, sentado de
frente a él; a cada paso que Paolo daba acercándose, Alejandro abría más los
ojos y en el rostro de ambos se dibujaba una sonrisa por ése sentimiento
especial que se sentían, como Marilyn Monroe a los diamantes. Se abrazaron
ellos primero, para luego seguir con los demás compañeros del colegio. Después
de pedir algo de tomar, Yoselín lanzó la rigurosa pregunta que se le hace a
alguien cuando ha pasado una parte considerable de su vida en el extranjero…
¿Cómo te fue?
En ése momento, los ojos marrones
de Paolo se dilataron en éxtasis mientras miraba a los de Alejandro fijamente;
en microsegundos, la mente de Paolo procesó meses de recuerdos en un flashback
tipo cine gringo, llevando a Paolo al día donde su sueño adolescente comenzó…
“Thank you very much,
Mr. Park…” Agradeció
Paolo al director del colegio, quien le había dado la bienvenida a la
Universidad de Hankuk, su nueva casa de estudios; Mr. Park estaba más ocupado
atendiendo unas llamadas telefónicas que poniendo atención a Paolo, así que
entre dientes, el director le entregó un mapa del colegio, le señaló con el
dedo a dónde debía dirigirse y lo invitó a salir de su oficina, amable pero
apresuradamente. Paolo siguió la ruta que marcaba el mapa hasta llegar al
Instituto de Negocios Internacionales, una torre de 7 niveles que parecía una
pichonera más de departamentos al mero estilo asiático, pero eso sí, muy bien
decoradas, que hacían alusión a los salones que Paolo conoció en la Prepa Tec
de Monterrey. Típico primer día de
colegio y todo mundo se conocía, excepto Paolo que era nuevo y deambulaba como
fantasma pasando desapercibido para todos gracias a esas gafas enormes como de
diva del Cine de Oro Méxicano, al mero estilo de Silvia Pinal. Ingresó al
edificio y, dejándose llevar por su intuición, encontró una puerta junto a una vending machine, la puerta decía “International Students’ Office”, y
Paolo entró; se paró frente a un enorme front
desk para que entonces una niña muy risueña se acercara a ofrecer su ayuda.
–can I help you?- preguntó ella; entonces Paolo apenado abrió su
mapa y dijo en voz baja “I’m lost…”,
mientras señalaba con el dedo índice el edificio en cuestión con una nota que
indicaba el número de salón que él buscaba, entonces ella muy confiadamente lo
tomó de la mano y lo llevó hacia donde Paolo debía dirigirse. En el trayecto,
ella dijo que su nombre era Min Hyun Pak, pero que todos la llamaban “Sol”, sí,
Sol en español. Cuando Paolo le dijo que él era de México, ella se sorprendió,
argumentando que pocos mexicanos llegaban a Seúl y que, también, a ella le
gustaba mucho el idioma español. El trayecto se hizo muy corto para llegar al
tercer nivel donde Paolo tomaría las clases por los siguientes meses.
Ahí estaba él.
Recargado en la entrada del
salón, con su pie en el muro, jugando con un lápiz en la mano y como esperando
algo, al destino, tal vez. Paolo se acercó con Sol tomándolo aún de la mano, se
paró frente a aquel chico de piel blanca y ojitos rasgados que seguía recargado
en la pared, lo saludó como si se conocieran de hacía tiempo atrás. Así era,
Sol y el chico del muro ya se conocían. Ella los presentó, mientras a Paolo le
temblaban las piernas, pero siempre tratando de disimular tranquilidad y
fortaleza de un árbol, de la misma manera que Ofelia Guilmain lo hizo al
interpretar a la mismísima Bernarda Alba; él se quitó las gafas para observar
todo en mucho color. De fondo sólo
escuchaba un bla bla bla que a los
oídos de Paolo era como una balada de Princesas de Disney; sus pupilas se
dilataron más que las de su amigo Paco con tres tachas encima, con una droga
llamada dopamina que le hacían sentir como caminar sobre las olas de un mar
tranquilo en una tarde de verano. Sus ojos estaban clavados en los labios
rosaditos de aquel chico de 1.85, que tenía un cuerpo de tentación como
torneado a mano por Dios, unos bíceps como diseñados para aguantar sin ningún
problema los 55 kilos de peso del mexicanito aquel, jeans slim fit ajustados a sus piernas fuertes, desgastados a propósito
de fábrica para dejar algo a la imaginación erótica de un niño flechado por
cupido del otro lado del mundo.
-Hey… HEY!!-
Exclamó aquel chico, moviendo las manos para sacar de aquel limbo erótico a los
ojos latinos de Paolo –This is Lai, nice
to meet you- y, como si conociera mucho de la cultura occidental, el
coreanito estrechó la mano del mexicano, que estaba ardiendo por dentro, con
las mejillas rosadas y el corazón rebotando como gotas de agua en aceite
hirviendo. Sol le pidió encarecidamente al galán que acompañara a Paolo en todo
momento, pues no conocía nada ni del colegio, ni de la ciudad –it’s going to be my pleasure- respondió
aquel jovencito, con una sonrisa encantadora de esos labios como de cereza.
Ambos entraron al salón y el
anfitrión le pidió que, por favor, se sentaran juntos; es que no tenía ni que
pedirlo porque Paolo ya estaba compartiendo banca con él. Se la pasaron
hablando toda la clase el uno del otro sin importarles la clase en lo absoluto;
sus sentidos estaban como programados para hacer caso uno del otro, nadie más
existía en ése mundo que 15 minutos antes habían comenzado a crear así,
instantáneamente.
-So your name is Lai? - Preguntó Paolo, apoyando sus codos en la mesa
y sosteniendo su barbilla entre sus palmas abiertas, como chamaquita enamorada,
-actually, my name is Lee Yong Lai, but
everybody calls me Lai-, cada palabra emitida por esos labios era como un
bombardeo de amor para Paolo, mientras Lai hablaba como si no hubiera mañana.
Las dos horas de clase pasaron como si hubieran sido 5 minutos solamente.
Salieron de clase y Lai se ofreció acompañar a Paolo a su casa, pues en la
plática se dieron cuenta que vivían relativamente cerca, cerca de Hoegi Station. Ya frente a la entrada
del edificio donde Paolo rentaba, se detuvieron los dos, frente a frente como
para despedirse, pero Lai interrumpió preguntando si ya había salido a conocer
la ciudad, pero Paolo dijo que no, que apenas el día anterior había llegado a
Seúl en la noche…
Lai tomó las manos de Paolo y
dijo:
-would you accept me a
night out so I can take you to some places to show you more about Korea… you
and I, only?
Paolo abrió los ojos enormes al
no entender la confianza con la que Lai lo tomaba de las manos con tanta
ternura y respeto al mismo tiempo, pero le encantaba. –su, su, su, sure!-
tartamudeó Paolo, estremeciéndose hasta los huesos sin saber qué más decir –so it’s a date, next Friday at 8pm, I’ll
pick you up- exclamó Lai muy seguro de sí mismo, con una sonrisa de
satisfacción y coquetería, mientras bajaba los tres escalones de la entrada del
goshiwon con rumbo a su destino.
Paolo apenas y pudo decir adiós con la mano, se estrelló con la puerta de
cristal pero siguió su camino corriendo por las escaleras directo al piso donde
estaba su departamento; entró, cerró la puerta con la euforia que te causa un
amor a primera vista. Corrió al balcón de su habitación, encendió un cigarrillo
y se recargó en la puerta corrediza como Sandy Olsson pensando en Dany Zuko; hopelessly devoted to him.
La primer semana de Paolo en la
HUFS pasó como la de Cady Heron en North
Shore High, era un alma perdida entre todo el bullicio cultural meramente
asiático, donde Paolo no conocía nada más que la canción de I Am The Best de
2NE1, nada más. Pero llegó el día esperado y Paolo despertó más pronto que de
costumbre, pues aquel día coincidía con Lai ya que IBM era la única clase que
tenían en común, ya que Lai era un senior
en esa Universidad y Paolo tomaba clases de un freshman. Paolo alistó su mochilita con apenas un blog de notas, su
laptop, badge y corrió al colegio
entre callejones que sólo había visto en Sailor Moon y que ya estaban entrando
en su corazón como la tienda de retail mexicana Liverpool, ya eran parte de su vida.
-Hey, Paolo, right here!-,
exclamó Lai para llamar la atención de Paolo que se detuvo en la puerta
buscando discretamente un lugar dónde sentarse y no ser tan obvio con Lai. Se sentaron juntos mientras el
profesor daba un anuncio:
-So tonight there will
be a welcome party for all the foreign students at the May Queen club, so it’s a good time for you guys to meet up with all the
local students in school...-
-Will you go the party?-
Preguntó Paolo a Lai
-Nope, I have training
with my boys of the soccer team…-
-but…?-
-We have a date,
remember? You go to the party if you want, I’ll pick you up at the club after
training, if you don’t mind…-
-Perfect, I can’t wait to see you again- y se quedaron
viendo, de esas miradas que dicen todo, pero en el segundo siguiente se vuelven
tan awkward que, Lai se limitó a
ceñir la ceja en señal de rareza, mientras Paolo tenía el rostro más rosado que
un tamal de dulce oaxaqueño.
–Do you have a korean phone
number yet?-
Preguntó Lai.
-Not yet, sorry. But I’ll
do some shopping after school and I’ll get one…-
-Ok, call me then…-
-for sure I will!-
Así que terminando la clase, Paolo
salió corriendo del salón con rumbo a los centros comerciales que le marcaba aquel
mapa que le regalaron en el Aeropuerto de Incheon. Paolo sabía que esa noche
sería especial y no podía ponerse nada de las garritas que trajo de México, así
que no le importó atravesar toda la ciudad de norte a sur para llegar a los exclusivos
centros comerciales de Yeoido Island. Ahí compró un nuevo teléfono celular con
un número local, entonces Paolo sacó de su mochila su libreta de anotaciones
donde tenía el número de Lai escrito de su puño y letra para llamarle.
-Hey there Lai, it’s
Paolo and this is my new phone number-
-Hey! Great, I’ll add it to my contacts, I have to hung up because I’m
putting on my shorts-
En ése momento Paolo casi suelta
el teléfono del impacto de imaginar el cuerpo semi desnudo de Lai al momento de
ponerse aquellos shorts cortitos de entrenamiento-
-Are you still there?
Paolo, I’ll pick you up at 9, so better be ready ‘cause tonight’s going to be a
blast! So see you
at the club, bye!-, y colgó.
Paolo apenas y pudo respirar,
tuvo que sentarse en una banquita en el mall
mientras tiraba sus shopping bags en
el suelo para tratar de volver a incorporarse. Lai le parecía de lo más
encantador del mundo aún al teléfono, sin verlo. –Gobiérnate, Paolo- le repetía su consciencia con ése tonito demandante
de su tía-abuela que resonaba en sus oídos cuando, en su infancia, Paolo abría
ansiosamente los regalos en su cumpleaños.
Paolo llegó a tiempo a la fiesta,
corriendo como siempre, pero con una sonrisa que iluminaba aquella noche que
aún era de verano. Entró al club y la noche cambió por completo. Dentro era la
fiesta completa, cervezas y shots de tequila, whisky y soju por todas partes, el
DJ se lucía con la música; las fotos iban y venían más que en cualquier entrega
de la Academia y, aunque Paolo no se cansaba de hacer amigos, al mismo tiempo contaba
los minutos para que dieran las 9 de la noche y encontrarse con el coreanito
arranca-suspiros.
- Hey boy, I’m outta
club, can you come out?- Y en ése instante Paolo salió del antro, dándole un último trago
a su Martini, entregó el cristal en la recepción del lugar y, entonces sonrió.
-So how’s the party
going?-
-Oh my God, boys have just
gone wild!-
-And get ready because
tonight’s going to turn even wilder…- Y cruzaron la calle. Se internaron
entre calles y callejones mientras las luces de los letreros neón típicos de
Asia iluminaban sus caritas piciosas.
La primera parada fue en un restaurante cerca del antro, “Mattakko Chicken”. Se sentaron y ordenaron en las típicas mesas
con parrillas coreanas; el mesero encendió la parrilla y trajo todo el menage, que, como saben, tenía de todo
para picar mientras estaba lista la
carne. Luego llevaron costillas de cerdo y salsas de distintos tipos y Lai,
como buen anfitrión, las cocinó mientras hablaba más acerca de la comida
coreana. Paolo lo miraba ya con unos ojos con los que sólo veía a Alex en
México y que, en ése momento, no existía; sólo Lai y Paolo, todo el mundo era
parte de la decoración del lugar.
-I’ve been talking
about you with my friends all the time, and there’s a friend, Mr. Park, who
wants to meet you because he’s learning Spanish and, well, he wants to practice
a bit… as there’s no much Spanish speaking people here in Korea, so he really,
really wants to meet you… would you mind him joining us?-
-of course not, you
silly…-
-well, let’s eat this
meat and he’ll be waiting us at a ramen place…-
Lai pidió una botella de Soju, el
licor típico coreano y que pega peor que el tequila, pero Paolo no se rajó, aunque
después de tres shots ya caminaba con una sensualidad y coquetería como María Callas
por las playas de Capri, y su sonrisa era mayor.
Salieron fe-li-ces de Mattakko
Chicken. Paolo aprovechó los brazos bien trabajados de Lai para sostenerse porque
después de una botella de Soju y tres martinis que tomó en May Queen
bar, la caminada era más suave. Subieron por Imun-ro gil 28 al Ramen Place
donde el amigo de Lai los estaba esperando. Ahí pidieron un tazón enorme de
ramen picoso, esta vez sin Soju para que se les bajara, mientras Mr. Park
practicaba su español principiante con Paolo. Ya más sobrios y con pasos más
firmes, salieron de aquel restaurant para dirigirse a un lugar que era muy especial
para Lai.
En un callejón que parecía no
existir, estaba un bar pequeño pero muy animado a donde Lai le gustaba mucho
asistir. Era un lugar que se distinguía con un letrero enorme neón que decía
simplemente “Bar” sobre Hwigyeong-ro 2ga-gil. El lugar era pequeño pero muy acogedor,
en seguida atendieron a Lai, a quien le daban un trato muy especial.
-I love coming to this
place, feels like home…- Y Lai continuó diciendo que, la comida en ése lugar era muy
especial para él, porque él era de un pueblo lejos de Seúl y ése era el único
lugar en todo Seúl donde la comida que ahí cocinaban tenía ese toque de hogar que
le recordaba a su mamá. Entonces Paolo se sintió especial.
Comieron de todo, mientras Lai tenía la confianza de meterse literalmente hasta la cocina para ser atendido con ése cariño y confianza que sólo la cocinera podía darle, en verdad se notaba que Lai se sentía en ése lugar como en casa. Los atendieron como dioses, comieron de todo; Lai volvió a pedir más Soju para brindar y después, la sorpresa, la cocinera, al enterarse que Lai traía a un amiguito de México, no dudó en salir a saludar, una cortesía que no es nada común en una cultura tan tradicionalista y conservadora como la coreana.
Comieron de todo, mientras Lai tenía la confianza de meterse literalmente hasta la cocina para ser atendido con ése cariño y confianza que sólo la cocinera podía darle, en verdad se notaba que Lai se sentía en ése lugar como en casa. Los atendieron como dioses, comieron de todo; Lai volvió a pedir más Soju para brindar y después, la sorpresa, la cocinera, al enterarse que Lai traía a un amiguito de México, no dudó en salir a saludar, una cortesía que no es nada común en una cultura tan tradicionalista y conservadora como la coreana.
Así que de la cocina, y del
brazo de Lai, salió “la tía”, una manera cariñosa y especial de llamar a aquella
mujer que como abeja reina, era el corazón del lugar; pero no iba sola, iba con
una botella de Soju en mano, cortesía de la casa.
-Kombé!- gritó Lai, para entonces
seguir con un fondo entre él, Paolo y la tía. –your friend is very handsome- dijo la tía en un inglés muy pobre
pero bien entendible, y entonces se tomaron fotos. Así pasaron la noche, entre
charlas, risas, comida y Soju para entonces dejar el lugar alrededor de las
3am.
Lai y Paolo salieron bien felices
y juntitos, abrazados, entre las calles de Seúl hablando y riendo de cualquier
cosa. Pasaron frente a un 7Eleven y Lai compró dos cervezas Cass, las
camineras, aunque ya estaban a dos cuadras del lugar donde Paolo vivía.
-Would you like to
come inside?- Preguntó
Paolo mientras estaban ya frente a la entrada de su goshiwon, pero Lai abrió los ojos sorprendido… -just to finish your beer, I mean…-; Lai aceptó con un poco de
desconfianza, pero puso sus pies dentro de aquel lugar.
-Are you alright?-
-Yes… why?- respondió Lai, titubeando un poco.
-I guess you didn’t
feel confortable when I asked you in…-
-It’s because it’s not
common for Koreans to step inside a home that’s not ours, it’s something very
sacred to us, so we don’t let anyone in, unless we trust them the most…-
-And I trust you the
most…- Dijo Paolo…
…Y Lai se quedó sin palabras.
-I better go now, it’s too late- Dijo Lai después de tomarse su último
trago de cerveza, entonces se acercó a la puerta esperando que Paolo le
abriera.
Cuando Paolo estudió Kabbalah,
entendió que las casualidades no existen, que Yahvéh tiene todo fríamente
calculado para que suceda, y no fue casualidad que aquella puerta de madera
decidiera atorarse aquella madrugada. Entonces los bracitos frágiles de Paolo
comenzaron a hacer fuerza para que Lai saliera, tal vez pensaba que el mexicano
lo iba a secuestrar para chacalearlo con algún grupo narcotraficante y
reclutarlo en los cárteles para luego obligarlo a llevar droga a los Estados Unidos,
pues era evidente que Lai estaba muy sacado de onda, pero no.
-Let me help you- dijo Lai mientras esas maquinarias fuertes que
había entrenado muy bien durante su servicio militar coreano hacían el trabajo
rudo de destrabar la puerta; entonces la puerta mágicamente se abrió, empujando
a Paolo para quedar frente a frente, con sus pechos pegados uno al otro y sus
miradas clavadas fijamente, impactados por la voluntad de un destino que ya
estaba escrito para que así fuera. Y así se quedaron trabados, mirándose fijamente
a los ojos y sentir sus corazones bombeando sangre como si estuvieran haciendo
cardio, hasta que, al fondo se escuchó in chillido agudo viniendo de la música que
Paolo había puesto en su laptop, era la voz de Denisse de Belanova que por fin
los hizo salir de ése lapso…
-I’m cumming…
…COMING!
I mean, GOING home now…
I’m sorry.- Y Lai salió corriendo del lugar.
Paolo cerró la puerta de su
habitación y se sentó en la cama donde minutos antes había estado esa persona que
le hizo latir el corazón, se dejó tirar en la cama; entonces su celular vibró
en ése instante; era un mensaje de Alejandro en México:
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