-¡Wey! ¡El paper!-
Gritó Paolo con el mismo estrés que siente
una señora un domingo a las 10 de la noche cuando su criatura de segundo de
primaria le dice que le pidieron una cartulina para la clase del lunes a las 7
de la mañana, y que si no la lleva, no-en-tra-a-cla-ses.
-So see you tomorrow at school…?- Dijo Paolo como despidiéndose de Lai mientras
bajaba del taxi que estaba exactamente frente a aquella puerta de cristal que
los veía todos los días despedirse cada que se veían.
Pero Lai respondió; -No way! Let me help you with your paper!-,
así que pasó su tarjeta contactless
por el scanner del taxi para pagar la corrida y se bajó del taxi, agradeciendo
al taxista -고맙습니다!-
El mexicano se sorprendió porque en
dos segundos, Lai ya estaba esperándolo en las escaleras del goshiwon –come on, pretty boy; let’s kill
this paper!-; Paolo sólo sonrió, lo tomó de la mano y subieron las
escaleras.
Paolo abrió la puerta de su
habitación, encendió la luz y entraron –let
me bring something to drink, please be comfy- y salió de la habitación
rumbo a la cocina, de donde tomó una cerveza Cass para Lai y una soda Richis de
fresa para él, cerró el refrigerador y se recargó en la puerta de él, pensando –is this real?-
Cuando entró a su habitación, la
sorpresa: Lai, no contento con conquistar el corazón del mexicanito, ya había
instaládose en la habitación; cuando Paolo entró, vio a un ex-marine coreano sentado en su mesa de
trabajo, leyendo el avance del paper
en la computadora, únicamente ¡en bóxer! Sólo cubierto con una mantita con
gorrito de panda que Paolo había comprado en las tiendas de Dongdaemun un fin
de semana de shopping k-popero.
-what
the heck just happened?- preguntó Paolo, mientras se acercaba a pequeños
pasitos, incrédulo, hacia el coreano casi desnudo…
-I’m just reading your paper, but I don’t
quite get it…-
Pero Paolo lo interrumpió; -I mean… you’re naked!-
-oh, I’m sorry! Does it bother you?... you
said “be comfy”, and I am comfy when I’m naked…-, dijo el coreano un poco apenado,
-oh no, it’s just that…-
-I
guess I better dress-up- dijo el coreano mientras intentaba levantarse
de la silla,
-oh
no! Hell no!, you’re perfect! I mean, that’s perfect…- y Paolo
lo regresó a la silla, a prisa, como queriendo regresar el tiempo y no hacer
una pregunta tan estúpida, pues la vista era tipo de sueño adolescente. –let me explain you…- y continuó, pero
esta vez hablando sólo del paper.
Mientras Paolo destronaba con su speech a esas empresas transnacionales
una-a-una, Lai lo miraba atento, en sus ojos se veía un brillo como el de
Hernán Cortés cuando descubrió la magia de Tenochtitlán por primera vez; sus
labios ni siquiera pensaron en titubear tantito para no perderse cada una de
las palabras del mexicanito, pues la conquista ahora era a la inversa, el Nuevo
Mundo americano rendía al Imperio Hangul por medio de las palabras. Cuando
Paolo terminó de hablar, Lai no pudo decir otra cosa más que:
-Wow!-
Lai se quedó en pausa, mientras
asimilaba tanta información y le daba un trago a su cerveza… -ok, ok, Little boy… so, Miss Moon is a
great teacher, she was my teacher last semester, so let me tell you how you can
handle her…- y así pasaron el tiempo haciendo el paper entre los dos, hasta que dieron las 4 de la mañana y Lai se
recostó en la cama de Paolo, pues ya estaba cansado. Paolo guardó el documento
en su memoria USB de Osito color rosa, su favorita, imprimió el documento para
en la mañana sacarle copias, cerró su laptop y apagó la luz.
Aún se sentía el calor del verano, así
que la puerta corrediza de su balcón se quedó entreabierta; a través de la
cortina semitransparente entraba la luz de la luna. Paolo también se desnudó, quedándose únicamente en bóxer y con una playera de
Rilakkuma que compró en Hong Kong ,y se recostó al lado de Lai, sin mover tanto
la cama para no despertarlo; sorpresivamente, en ése momento, las manos de Lai
abrazaron el cuerpecito de Paolo al sentirlo sobre la cama y el coreano le susurró
al oído:
-Would you kiss me good-night?-
Paolo se sonrojó y se dio la vuelta,
para ver de frente el rostro de Lai –yeah,
sure…- respondió tímidamente y acercó su rostro poco a poco al de Lai.
Paolo lo besó en la mejilla…
-Is
that all?- preguntó Lai, poniendo su poker
face más auténtica.
Y Paolo, tartamudeando, respondió; –I
don’t know if it would be appropriate…-
Entonces Lai, de un salto, se acomodó entre las piernas de Paolo para tenerlo de frente, y lo miró a los ojos:
-why wouldn’t it be, pretty boy? I’ve just
told you my deepest secret and showed you everything I feel for you…-
Paolo respondió, -you’re right… but
it’s just that…-
-But what?- Lai interrumpió, -Isn’t it what
love is about? It took me so much time to accept that I’m fond of you since the
very first time I met you, and now I can’t hide it anymore-; Entonces Lai,
puso sus manos en las mejillas de Paolo para mantener los rostros de frente y
continuó, con las miradas enlazadas y fijas, y le dijo firmemente:
-Paolo,
I Love You…-
En ése momento Paolo sintió como si
las constelaciones se hubieran alineado para que del Cielo llegara un rayo de
Luz que le atravesó todo el cuerpo, rindiéndolo ante aquel chico que le
sostenía el rostro y que lo miraba fijamente con cariño, con deseo, pasión,
ternura… con amor. Paolo quedó como programado ante las palabras de Lai, como
si hubieran sido la llave perfecta para que el mexicano se entregara totalmente
y sin reservas a él…
Y Lai besó a Paolo en los labios.
Este beso no era igual a los demás. Lai
lo besó con más fuerzas y los cuerpos se dejaron llevar, ingrávidos flotaban en
la habitación iluminada por la luz de luna que entraba por el balcón. Sus
corazones latían cada vez más rápido y sus cuerpos comenzaron a responder
instintivamente al deseo natural de la pasión juvenil que los quemaba por
dentro. Lai tomó a Paolo entre los brazos y con ganas desnudó su pecho, la
playera que segundos antes cubría la piel latina de Paolo ahora estaba aventada
en el suelo. Lai comenzó a dejar un camino de besos por el cuello del
mexicanito hasta llegar al hombro, beso tras beso, pausadamente y de regreso,
mientras Paolo temblaba en los brazos de aquel hombre que ardía en pasión.
Cuando los labios del coreano rozaron la nuca del mexicano, éste pegó un
suspiro que hizo que las manos que abrazaban su espalda en ése momento, lo
apretujaran sensualmente y; por instinto Lai entendió que ahí era el botón para
echar a andar esa máquina de pasión latina de 1 metro 65 que también le había
robado el corazón. En ése instante giró el pequeño cuerpecito de Paolo para
ponerlo boca abajo y contemplar esa espalda que minutos antes había abrazado,
igual con amor; dominándolo. Pasó sus manos de abajo hacia arriba y de regreso,
como deseando fundirse con él; la piel de Paolo quemaba en deseo las yemas del
coreano, un ardor de pasión. Lai desnudó sus glúteos para entonces besarlos y,
de nuevo, fue subiendo, poco a poco. En cada beso, Paolo apretujaba las sábanas
de la
–I love you, too-;
Entonces se abalanzó con un beso apasionado sobre Lai como un león a su presa; sus manos disfrutaban tocando cada centímetro de la carne y piel de su amante; sus cuerpos se erizaban y se estremecían entre gemidos y suspiros de placer y amor. Paolo levantó su cuerpo para tomar aire y se quedaron viendo fijamente por un instante. Lai entonces dijo:
-I
don’t want this to end…-
La mirada pasional de Paolo se borró
abruptamente en ése momento, esa frase de Lai le retumbó en la mente,
haciéndolo volver a una habitación oscura en medio de una gran ciudad al otro
lado del mundo, y entonces preguntó:
-Will
this end someday…?-
Lai tomó a Paolo de la cintura para
hacerlo a un lado, se levantó de la cama y se acercó al balcón…
-I don’t know… you’ll go back to Mexico
next year and… and I’ll stay here, without you…-
El corazón de Paolo que momentos antes
se aceleraba como locomotora sin parar, ahora se contraía como una esponja de
mar en el sol; se quedó sin palabras. Lai continuó:
-I know I will go home someday, but I
don’t want this to end either, so let’s enjoy this and every single moment we
spend together. Let’s make a promise, it will always be you and me only, as
long as I stay by your side and, if we ever meet again, it’s going to be like
the most amazing secret in our lives…-. Lai levantó la mirada hacia los ojos de Paolo, le dijo que lo
amaba y sellaron la promesa con un beso.
8 de la mañana y Paolo llegó puntual a
su clase de Marketing, con sus botitas al tobillo bien puliditas. Dejó que
entrara toda la clase al salón, luego Miss Moon y él detrás de todos ellos,
como anticipando que la clase sería suya. Se quitó las gafas Miu-Miu como
cuando Soraya Montenegro enfrentó a tía Victoria para pedirle que, de una buena
vez, echara a la marginal María la del Barrio de la casa de los De la Vega.
Repartió las copias entre sus compañeros y la última, impresa obviamente en
color y en hoja opalina delgada, especialmente para la contraparte que lo
miraba desde su trinchera en forma de escritorio. Sacó de su mochila su laptop,
la conectó al proyector de la clase y, finalmente, del bolsillo de sus jeans
sacó la súper poderosa memory-stick
de osito color rosa, como si fuera el más poderoso revolver jamás creado; y
comenzó la clase. Sus compañeros guardaban silencio mientras sus rostros
expresaban con sinceridad una mueca como diciendo “he’s got a point”; y aunque Ms. Moon le cuestionaba por todo como
tratando de ponerle pie, el mexicano salía bien librado de cada una de sus
preguntas. Al final, Ms. Moon se quedó ca-lla-di-ta; aceptando que las cosas en
el tercer mundo son diferentes fuera de la burbuja coreana primermundista. Después
de las ovaciones y de dar por terminada la clase, Ms. Moon invitó a Paolo a
formar parte de su exclusivo grupo de estudios con alumnos particularmente
brillantes del Instituto, para conocer más a fondo el punto de vista de las
empresas socialmente responsables:
-…We meet every Friday at the Coffee Bean
that’s in front of the HUFS’ library, at 4 p.m., so see you there; please,
don’t be late-
-Oh no, I won’t, I’ll be there on time, thank
you!-
Paolo fue el último en salir del salón
mientras guardaba sus cosas. Finalmente al cerrar la puerta del aula y volver
la vista al pasillo, Lai estaba ahí, esperándolo, recargado junto a una vending machine; -so… how was it?-; Paoló corrió hacia él gritando “We did it!”; Lai lo recibió cargándolo
por la cintura para luego abrazarlo y decirle –that’s my little boy!, we need to celebrate!-; así que lo tomó de
la mano como ya era su costumbre, y salieron corriendo del Instituto.
Lai llevó a Paolo a un café también
cerca del Campus, donde hacían una pizza casera increíble, pues sabía que comer
pizza era uno de los placeres favoritos del mexicanito. Ya en el lugar y con
pizza en mano, Paolo le dio la noticia de que Ms. Moon lo había invitado a su
grupo de estudio, así que a las 4 de la tarde iría a la cita con su maestra; -great, pretty boy! Can I walk you
home after your meeting? I have training at 4 and I’m done at 6 p.m.-; -sure!
We can dine together and then we go home, after your training-, dijo Paolo; -that’s
perfect!-; exclamó Lai, emocionado.
-What
are you listening?- preguntaba el coreano mientras se ponía uno
de los auriculares en el oído; cuando escuchó la canción, estalló en
carcajadas, mientras el mexicano parecía que se hundía en la banca de la
vergüenza –you’re kidding me, right?-
exclamó el coreanito mientras se quitaba
el audífono del oído; se alcanzaba a oír la canción de Hari, Gwiyomi. Una
canción muy infantil y demasiado rosa que fue un ícono del one-hit wonder coreano, pero que tuvo hasta challenges con la coreografía que inundaron el Internet. Paolo se
cubrió el rostro, pero del fondo de su corazón le nació cantar la primera
estrofa del coro: “1더하기1은 귀요미” (1 más 1 es igual a amor bonito), apuntando
con el dedo índice a Lai y luego a sí mismo, y formando un corazón con la mano;
en ése momento Lai pasó de la risa a la ternura y lo abrazó diciéndole:
-너는 완전
귀여워!-
-What?-,
Respondió
Paolo…
Y con una mirada de animé japonés, le
respondió –you are so cute, you are so
“gwiyomi”, like the song…- y se volvieron a abrazar.
Ya caminando hacia la salida de la Universidad,
Paolo le entregó la bolista de papel kraft que guardaba para él –please take it, I bought this icy bubble
tea just for you, as I thought you were gonna be thirsty after your soccer
training-, era un té helado con bolitas de gomitas de menta y hierbabuena
con hielos para hidratarlo, Lai quedó fascinado. –You’re perfect, pretty boy-; y salieron de la universidad a cenar
pasta.
Después de cenar juntos y llevar a
Paolo hasta la entrada de su casa, Lai preguntó si tenía planes para el fin de
semana:
-yes baby, we’re gonna go to Everland with
these guys from college, the U planned this trip for all the foreigners…-
-I see, not a problem… Everland is fun, do
you like amusement parks?-
-I do, I love ‘em!-
-Well, enjoy it; because next week, I’m
gonna take you a bigger, funnier one…-
-really? I can’t wait…!-
Lai abrazó a Paolo, lo besó en la
mejilla porque aún había gente en la calle y le dijo al oído mientras le tomaba
las manos “I miss you already…”
En aquellos días, la ciudad fue
testigo de una parejita de dos jóvenes que se demostraban su amor a su manera
por las calles de Seúl. Entre semana los veías pasando el tiempo juntos después
del colegio, en las bancas, en las jardineras, en la biblioteca, afuera
comiendo juntos, o simplemente caminando
sin rumbo, pero siempre sonriendo y tomados de la mano; ellos dos solitos, pues
no necesitaban de nadie más. Los fines de semana no eran menos excepcionales,
los veías dentro y fuera de la ciudad, conociendo y conociéndose, disfrutando y
disfrutándose, viviendo su amor secreto. Corriendo entre los callejones de Bukchon Hanok Village, el Viejo Seúl; caminando
entre las vastas arboledas de Namiseom
Island, tomándose fotos en los 7 palacios del Imperio Hangul, haciendo
meditación en el templo budista de Gangnam,
comiendo pastelillos de merengue rosa en el Hello Kitty café, o simplemente viendo el atardecer desde el Monte
Namsan a los pies de la N Seoul Tower mientras comían helado,
después de sellar su amor con un candado en las rejas del parque, al mero
estilo francés de los puentes del río Sena.
Y así pasaron los días en una burbuja
de amor intenso como aquellas de las que sólo los asiáticos pueden contar a
través de sus doramas, hasta que…
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