¿Why Not?





Mi mamá me canceló el plan para este fin de semana y terminé por no ir a mi pueblo.

El plan era ir a comenzar con los arreglos a la casa de mi abuela para ponerla en renta (ya les contaré ese chisme después), ya que según dice mi papá que hay gente interesada en rentarla. Al final terminé quedándome en el depa a descansar. Por una parte está muy cool porque, aunque amo ir a casa de mis papás y disfrutar la naturaleza de mi pueblo, la compañía de mi familia  y la comodidad de la casa de mi mamá, la verdad es que en lugar de descansar, me sale contraproducente, me canso más que en mis días laborales.

Así que hoy me levanté tarde, de esas veces que son las 10 de la mañana y abres los ojos sin el sonido del despertador, ¡que placer!; Salí de mi habitación, me lavé la carita piciosa con mi jabón orgánico de veneno de abeja, luego me rocié agüita de arroz para refrescar; me pesé en la báscula para darme cuenta que esta semana me hice bien tonta con mi keto diet, así que sólo bajé 300 gramos únicamente, pero francamente no me importó mucho, desperté particularmente feliz y el día soleado me empujaba a salir a la calle. Amo los días soleados.

El mejor pretexto fue el darme cuenta que sólo tenía 70 MXN en la cartera y pues, como los domingos son de nesting porque no tengo amigos (ya sé, deprimente), necesitaba al menos tener un capital en efectivo más amplio, porque me conozco y nada más falta pisar la calle para que mi cartera tiemble, porque aunque sólo salga a comprar algo de comida en mi colonia, todo quiero comprar.

Salí con un propósito bien definido: ir directo al cajero, sacar efectivo suficiente para la semana y regresarme a casa a tirarme en mi cama y terminar de tejer ése suéter rosa que diseñé especialmente para mí. ¿Qué difícil puede ser eso? Tomé el GPS, activé búsqueda por voz y dije con mi voz ronquita mañanera “ATMs near me”, a lo que el asistente de Google respondió con su acento ibérico, mostrándome los que había cerca de mí. Aparte de los cajeros del aeropuerto que ya conozco como la palma de mi mano, me resultó curioso ver otras opciones hacia el oriente de la ciudad: el Estado de México; zona desconocida para mí y que considero prohibida por todo lo que se habla, pero mi conciencia me decía “why not?”, a pesar de que iba a sacar dinero del cajero, decidí lanzarme al Edomex.


Las Flipantes Aventuras de La Wera Televisa en la Nata Metropolitana.*

[*Léase con acento español]


Me puse un short cortito, mis tenis de botita, una blusa de tirantes holgada, me hice una colita de caballo al estilo Ariana Grande, gafas de sol (im-pres-cin-di-bles) y me lancé a la línea B con rumbo a Nezahualcóyotl; sí, believe it or not, A CIUDAD NEZA.

Todo iba muy bien. El metro sin retrasos, cero colas en el cajero; saqué mi dinerito del cajero, lo metí en mi cartera, y ésta en mi morralito de siempre, todo discretamente; luego me di la media vuelta con rumbo al metro pero ¡oh-oh!, en una esquina no tan lejana vi una paletería La Michoacana y pensé “why not?”, así que caminé hacia ella, bien dispuesta a comprarme una paleta de queso con fresas. Llegué a la esquina de esa avenida y ¡tómala!, en ése momento en el que, como buena provinciana volteas a los dos lados antes de cruzar la calle, haz de cuenta que una caja de Pandora se fue abriendo mientras mis ojos se agrandaban al mero estilo de diva de las telenovelas, impactada; mientras al mismo tiempo se escuchaba a lo lejos aquel bello pregonar que decía “¡llévele güerita, llévele güerita, 3 x 10, escójale 3 x 10!” : había descubierto un tianguis.

Mis ojos brillaron como los de María de Todos los Ángeles cuando el Albertano se decidió acompañarla a su casa a ella y no a la Gloria; ahí estaba yo, con mis dos manitas, una de cada lado, tocando mis mejillas y los ojos cristalinos tipo anime japonés, así.

Amo ir a los tianguis. Y, aunque Alvarito me crea una whitexican al mero tipo de Martha Debayle, en verdad disfruto ir a los tianguis con cartera en mano, y por primera vez dí con uno en Chilangolandia, eso me tenía como el cuarto disco de Thalía: En Éxtasis.

De repente un caballero de fina estampa se acercó a mí en su carruaje de metal para interrumpir aquel delirio visual para una shoppaholic provinciana, preguntándome con ése acento ñero típico de la región “¿la llevo werita?”, y yo accedí a su propuesta hipnotizada por la canción de Raymix que traía sonando en sus bocinas bluetooth “Oye Mujer” (mi canción), ¡excelente servicio!

Ahí iba yo montada en su bicitaxi rosa que me acercaba al corazón del tianguis, simplemente me dejé ir como gorda en tobogán. Me bajé y me interné entre lonas, huacales y chacalitos que me ofrecían de todo (productos, aclaro); -werita por aquí, werita por allá, qué va a llevar, etc.-; antes de subirme al bicitaxi mi mente iba en blanco, pero ya entrando en ambiente, quería comprar todo. Pasé por un puesto de chacharitas para chicas, de que los zapatos, las bolsas, las carteras y demás, nuevo y usado, lo que se te ofrezca; no me pude resistir y salí con una bolsa seminueva que estaba a 120 MXN pero me la dejaron a 100 MXN por que le compré un reloj también en 100 MXN; y como me gustó otro reloj más, éste segundo me lo rebajó de 100 MXN a 80 MXN; me llevé todo, y hasta con sus pilas de repuesto de regalo.

Me interné más adentro del lugar. Probé de todo, naranjas dulces, agüita de coco a 15 el vaso, una rebanada de mamey para mis licuados matutinos, en fin… iba de prueba en prueba, hasta que encontré algo que realmente necesitaba: tenis. Me es difícil encontrar zapatos a mi gusto y de mi número porque #patona y desde hace siglos quería unos tenis rosas, pero por obvias razones no los podía encontrar. Pero entonces un aire fresco golpeó mi rostro como en La Rosa de Guadalupe y vi enfrente de mí a un chacalito gordito y guapito sentadito en un banco de plástico como de quesadillería banquetera, en su puesto de tenis estaban unos Adidas totalmente blancos; Hoy te digo que Dios existe, y había escuchado mis plegarias. Los buscaba blancos para personalizarlos, pintarlos de color rosa y enjotecerlos a mi gusto, lo mejor es que sí tuvo de mi número, me los medí y me sentí como Cenicienta a la zapatilla de cristal, me quedaron que ni mandados a hacer, son perfectos; le pagué al chacalito quien me dijo “aquí estamos pa’lo que se te ofrezca” y me sonrió; no sé si me estaba albureando o no pero yo asentí con la cabeza mientras le decía “muchas gracias”.

Al final me atoré en un puesto de jeans muy coquetones, de corte colombiano a la cintura, tal y como Dulce González me los había recomendado para acomodar las lonjitas. Habiendo pagando los jeans y justo cuando mi conciencia me decía “ya no compres, ya es todo, vámonos”, a dos puestos de ahí, yo ya estaba comprando tines a 6 MXN el par, pagué 5 pares porque estaban muy cute.

A la salida del tianguis y en medio del calor asfáltico vi a un viejito en medio de un oasis de tepache fresco en barriles de madera, me acerqué y le compré un litro por sólo 10 pesitos, bien fresco, rico y sin el viejo truco de -te pongo un chingo de hielos para que me rinda el tepache-; el viejito apenas y escuchaba pero siempre sonriente, le pagué y me fui bien feliz de regreso al metro, contenta por recordar aquellos días de tianguis en mi pueblo, aunque ahora con ése twist chilango que es in-com-pa-ra-ble. Why not?




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