Amor En Silencio.




Emmy se quitó el suéter del colegio y se lo ató a la cintura. Eran los noventa y eso estaba de moda. Hacía bastante calor pero no le importó, sólo sabía que quería sentarse lo más cerca del pódium que se había montado en el centro del pueblo para ése concurso de mascotas organizado por su escuela, era el aniversario del colegio y se montaron varios eventos deportivos, culturales y de ocio. Emmy sólo quería apoyar a Habid, él concursaría con su mascota, una gatita blanca muy bonita a la que le había puesto un moño y la llevaba en una canasta muy bien decorada.

Las clases se habían suspendido precisamente a las 12 del día para que los alumnos pudieran asistir al dicho concurso, y aunque Emmy fue puntual, el concurso comenzó hasta dos horas después. Emmy se entretuvo platicando con otros niños mientras el concurso se retrasaba, y como no tenía reloj, nunca supo qué hora era; lo que si sabía muy bien era que sólo quería apoyar a Habid con sus aplausos para que ganara el primer lugar.

Después de ésas dos horas de atraso, el concurso comenzó y pasaron niños presentando a sus mascotas, algunos sabían hacer algunos trucos sencillos, otros no tanto, otros sólo eran bonitos y ya; pero ahí estaba Emmy, sentado solito en una sillita que estaba recargada hacia un árbol como tratando de cubrirse del sol, esperaba paciente la entrada de Habid.

Pasaron un par de horas más hasta que, por fin, fue el turno de Habid. Emmy abría los ojos sonriendo, con la camiseta bien puesta del que era su súper héroe de la infancia. Emmy y Habid fueron muy amigos desde pequeños; Emmy era el niñito frágil pero muy inteligente, Habid era la contraparte divertida y protectora para Emmy. Él la pasaba muy bien con Habid, siempre se procuraban mucho, en el colegio durante la semana y los fines de semana se reunían para jugar.

Mientras Habid hablaba sobre su gatita, Emmy se perdía en un limbo infantil donde veía a Habid en un pedestal, su corazoncito latía bonito mientras sus dedos jugaban en un vaivén de nervios; en la mente de Emmy sólo una frase daba vueltas: “por favor Diosito, que Habid gane”.

Al final, la premiación por aplausos. Habid había pasado al selecto grupo de tres para pelear el primer lugar, fue cuando Emmy se levantó de su silla sin poder contener ese nudo de sentimientos entre euforia y nervios, deseando gritar y aplaudir muy fuerte para que su súper héroe infantil ganara el primer lugar. El reloj seguía corriendo mientras en la plaza principal se armaba una revolución entre porras, gritos y aplausos para los favoritos. Emmy en su rincón gritaba y aplaudía con todas sus fuerzas.

Sí, al final había un ganador, y ése fue Habid. Emmy pegó un salto de emoción al oír aquel nombre y se esperó para ovacionar a su amigo mientras le daban la presea del primer lugar. El concurso terminaba y Emmy quiso acercarse para felicitar al ganador, pero él estaba compartiendo con su familia y el director de la escuela, así que Emmy fue prudente, se limitó a verlo a la distancia y entonces emprendió camino a casa.
Emmy sonrió todo el camino hacia casa, estaba feliz porque compartía la felicidad de Habid en anonimato, y en el trayecto sólo pensaba “Gracias Diosito”.

Emmy llegó a su casa alrededor de las 4 de la tarde y su papá ya lo esperaba con cinto en mano para “premiarlo” también pero con una buena paliza por llegar tarde. Entre golpe y golpe, su papá le preguntaba qué había ganado él de eso, la respuesta en la cabeza de Emmy, entre chillidos era: NADA.

Habid nunca se dio cuenta que alguien había estado pendiente en todo momento de él, que alguien había aplaudido con todas sus fuerzas esperando que él ganara. Mientras Habid seguramente celebraba su triunfo, Emmy lloraba solito en su habitación por alguien que ni siquiera pensaba en él.


Hace días una amiga de la oficina me preguntaba si alguien me gustaba, a lo que yo contesté que sí, entonces ella me dijo “pues ve sobre él”, pero yo me quedé callada esperando que interpretara mi silencio.

Me cuesta mucho siempre siquiera mencionar que alguien me gusta, pues al ser mujer transgénero, los chicos siempre lo toman de manera negativa, para ellos es acoso, es una ofensa pensar que alguien en esta condición pueda sentir y guste de ellos; su masculinidad ante la sociedad corre peligro, aunque ni siquiera piensen en corresponderte, si alguien más sabe que una trans gusta de ellos, lo toman como ofensa; porque por muy pasable que seas, lo que tienes entre las piernas, para ellos, te hace menos mujer. No entiendo qué es lo que les hace creer que somos de plástico y que no sentimos, no nos enamoramos, no los merecemos.

Por mucha inclusión que digan tener contigo y aunque te saluden de beso en la mejilla, no les digas que te gustan porque los estás ofendiendo. Para ellos puedes ser la muñeca de plástico insensible que, en sus fantasías más eróticas y con esa valentía que les dan dos caguamas seguidas, para ellos sólo les sirves para el sexo. Nada más.

Emmy y yo aprendimos a la mala que vivimos un amor en silencio, que lo que nos toca es verlos a lo lejos, admirarlos, quererlos, desearlos, e incluso amarlos; pero todo en silencio. Todo en una introspección nuestra, secreta; porque según ellos, tenemos el derecho de ser, pero no de sentir, mucho menos si es por alguno de ellos.

Porque aunque cubras el requisito de sus exigencias físicas, seas bonita, pasable, inteligente, independiente, comprensiva, amorosa, fiel; puedes ser todo lo que ellos buscan, pero porque eres trans, entonces tú no cuentas, tú no sienes, tú no tienes derecho...

...el amor lo vives sola y en silencio.


CONVERSATION

0 Opiniones:

Back
to top