La globalización nos está
afectando a todos.
Es real. Esta semana me
aumentaron el sueldo en la oficina por causa de la “globalización”, al menos
fue la explicación que me dieron. Todo está más caro, cada fin de semana que
voy al súper, gracias a la dieta cetogénica que llevo, tan sólo de despensa me
gasto alrededor de 600 MXN se-ma-na-les, y si necesito maquillaje ni hablar;
apenas el domingo pasado pagué casi 2,000 MXN entre la despensa, una hand
blender que está increíble y maquillaje, que, en lo personal, es de primera
necesidad; no me gusta andar sin maquillaje… me gusta verme bonita. La verdad
es que no sé cómo le hago para partirme en mil y cumplir con la renta,
transporte, mi keto diet, mis gustos, mis donaciones a la UNICEF
y mi American Express. Este gobierno populista y socialista cada vez está peor.
Creo que en parte es mi intuición
la que no me ha dejado morir en el intento; el rubio de mi cabello no ha
afectado a mis neuronas en lo más mínimo. Apenas ayer me intentaron vender un
bolso Michael Kors en 4,200 MXN que juraban era original, pero parecía más bien
maquilado en Chiconcuac; lo que no toman en cuenta es que yo soy de pueblo, y
eso me ha dado habilidades natas para saber diferenciar entre un bolso hecho de
piel original, con diseño gringo y maquilado en Vietnam; de un bolso hecho de
polipiel mal copiado. Bien astuta la güereja.
Pero… ojalá y ese mismo don me
ayudara a diferenciar de un hombre real y uno fake, pero no.
Y es que, si ser mujer es difícil, la etiqueta
trans lo hace aún más. En un mundo de cuerpos globalizados y sentimientos
devaluados, siempre me ha tocado perder, porque yo no busco cuerpos perfectos,
sino hombres con sentimientos; hombres que valgan la pena y no sólo el pene.
Yo no soy guapa, ni siquiera
bonita, pero el maquillaje hace maravillas y yo le sé tomar ventaja. Pero siendo
sincera, la belleza física es la que importa en estos tiempos, y más si es
natural. Cuando conocí a Saúl hace apenas un mes el buscaba una “chica guapa y
femenina” y pensó que era yo, pero a pesar de verme bonita en las fotos, la
realidad es que detrás está la realidad, y una realidad que no es la que un
hombre espera. Y es entendible, porque a un hombre heterosexual le gusta una
mujer y todo lo que implica la feminidad, no sólo interna, sino obviamente
externa también y, como dirían en mi pueblo, “ahí es donde la puerca torció el
rabo”; un mes después Saúl seguía buscando a otras chicas de con las mismas
cualidades, “guapa y femenina”.
No lo juzgo en lo más mínimo,
son sus gustos y muy válidos, el problema es mío, por tratar de creer que
alguien pueda entender este proceso de feminización de cuerpo; que toma tiempo
y dinero porque, lamentablemente no es en tres minutos. Saúl me dijo cuando me
conoció que yo era la primera mujer trans que él conocía que tenía valores y
era muy inteligente… pero, al final, se fue. Se fue buscando ese físico y esa
feminidad que le interesa; la inteligencia que decía admirar de mí quedó
olvidada como el bolillo más manoseado de la cesta de pan de Walmart un domingo
en la mañana.
Después, la inseguridad.
¿Quién vale la pena?
El ser mujer trans te pone en
vulnerabilidad y desventaja con otras mujeres: “entre más pasable seas, más
fácil será para ti”, el status de un hombre no estaría en riesgo, su
masculinidad sería incuestionable. Y entonces nosotras únicamente somos aquella fantasía
sexual que se hace a escondidas; sin oportunidad de hablar, de pensar, de
sentir. Un secreto y nada más.
Las mujeres trans podemos ser
inteligentes, estudiadas, trabajadoras, independientes; pero eso no ha
importado por que ellos las prefieren guapas, putas y gratis.
Los sentimientos se devalúan
así como el Peso Mexicano manejado por un populista y pareciera que el amor
está negado para nosotras. Pero yo me niego a ahorrar en mentiras y aventuritas
sexuales a escondidas, yo no valgo eso; y estoy consciente que llevo las de
perder, pero al final de cuentas no podré cambiar la mente de los demás, y aun
así trato (en verdad) de ser feliz, pues si aquella historia de amor que soñé desde pequeña viendo
las telenovelas de mi tío Emilio no se hace realidad…
...Tal vez en otra vida será.
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