-¿Y Frodo?-
Preguntó Paolo al día siguiente, pues Frodo no había llegado a la cafetería y su intuición no lo dejaba en paz. –No sé amigo, no ha llegado a trabajar-; Paolo se mordía las uñas y andaba con los pensamientos perdidos en la inmensidad y, desafortunadamente, no tenía forma de comunicarse con Frodo. Finalmente, sus peticiones fueron escuchadas y, alrededor de las 7 de la tarde Frodo llegó a la cafetería… para despedirse.
Renunciaba porque se mudaría a la ciudad de México. Paolo sintió que se lo tragaba la tierra y que el peso del universo se venía sobre él. No sabía cómo actuar ni que pensar, sólo sentía que su frágil corazón se rompía lentamente, pedacito por pedacito y no tuvo otro remedio más que desearle suerte y hacer lo que Frodo le enseñó desde el día del inolvidable beso aquel: disfrutar el tiempo que pasaba junto a él, pues no sabía si lo volvería a ver después.
-¿me das mi suéter por favor?-, Daniel abrió los ojos como deseando que lo que escuchaba no fuera cierto, pero él sabía lo mucho que aquella prenda significaba para Frodo, así que se tentó el corazón por un segundo y se lo regresó. Aquella tarde la pasaron genial, entre bromas, abrazos y golpecillos que eran, indudablemente, besos frustrados; cayó la noche y Frodo esperó hasta el último minuto para despedirse de todos, sobre todo de Paolo, con quien tuvo el detalle de regalarle el suéter y una foto de él. Paolo los guardó en su mochila, junto con unos discos y su CD Walkman, metió todo en su locker y entonces pensó que él también debía irse de la cafetería, pues el único motivo que tenía para ir todas las tardes era Frodo, pero ya él no estaría más; así que decidió en silencio que al otro día él también iría a renunciar. Después del cigarrito en Plaza de Armas, Frodo tomo un taxi y se fue, para jamás volver.
Paolo sabía que era el final.
La tarde siguiente Paolo se presentó para renunciar, pero cuando llegó, Daniel ya estaba en la cafetería. Grave error. Después de finiquitar todo, Paolo se dirigió a su locker, sacó su mochila, la abrió y se dio cuenta que le faltaban dos cosas: el suéter y la foto de Frodo. Paolo corrió a donde Daniel movido por su impulso interno que le decía que él tenía aquello le era tan valioso y fue a reclamarle, pero Daniel negó todo, incluso abrió su locker y no, no había nada; sin embargo, su intuición insistía en que lo tenía Daniel y, por más que Paolo le rogó, no se compadeció. Daniel había tirado a matar.
Paolo salió de Marrón 86 con los ojos rojos y el corazón roto. Lloró toda la noche.
[ ... ]
Ya 12 años han pasado desde la última vez que Paolo vio a Frodo por última vez, y aunque a veces desea encontrarlo en algún lugar para al menos saber qué ha sido de él, el recuerdo de Alejandro, "Frodo", sigue intacto; y le queda la satisfacción de que, aunque Daniel se quedó con aquello que Frodo atesoró para Paolo, nunca podrá quedarse con el recuerdo de aquel beso y aquellos momentos que pasaron juntos.
Como dije al principio, en la vida existen historias que, aunque no tuvieron un final feliz, son dignas de contarse para que el mundo sepa que, una vez en esta vida, existieron dos personas que, a pesar de que no culminaron su amor como hubieran deseado, disfrutaron cada segundo que pasaron juntos…
...Y fueron felices.
- Fin -
[ Dedicado para Alejandro
"Frodo" ]
0 Opiniones:
Publicar un comentario