Once In Your Lifetime pt. 2



Era fin de semana y, como de costumbre, era noche de antro. Cúpulas era el antro al que todo mundo negaba ir porque decían que era "arrabalero y sin clase", pero los sábados, todo el ambiente queretano estaba ahí, desde los chacales de Menchaca o El Tintero, hasta las jotitas más selectivas de Juriquilla o Loma Dorada, sobre todo ése sábado que habría fiesta de espuma.

Poco antes de la media noche, Daniel, Rodrigo, Carlitos y Paolo ya estaban fuera de la cafetería, fumando un cigarro en Plaza de Armas mientras esperaban un taxi y bromeaban; aquella noche de otoño era particularmente fresca pero Paolo no llevaba suéter, así que se frotaba los brazos tratando de mantener un poco el calor. 


- Toma, ponte mi suéter que hará más frío cuando salgas del antro - ofreció Frodo a Paolo, antes de que se subiera al taxi, - pero es tu suéter favorito... -; - no importa, póntelo, mañana me lo regresas-; - ¡Gracias! - Respondió Paolo con los ojos más brillosos que las estrellas de aquella noche; mientras Daniel los veía. Paolo no se quitó el suéter ni para dormir, aquel olor a CK One lo hacía sentir más cerca de su crush.

Al día siguiente, mientras Daniel limpiaba la barra de la cafetería, ya planeaba la forma de atraer a Frodo. Sí, era obvio que a él también le gustaba y ya había permitido que Paolo le ganara terreno en aquella batalla que él solo se había inventado en su cabeza, lo bueno de todo era que su amigo ya había hecho el trabajo rudo: sacar a Frodo del clóset. 

A las 4 de la tarde llegaron juntos Frodo y Paolo comiendo un Baskin-Robbins de queso con fresas y riendo de cualquier cosa; Daniel sintió lo mismo que sintió Edie Britt cuando Susan Mayer se mudó con Mike Delfino en Desperate Housewives: envidia pura; pero se quedó callado y usó la mejor arma que tenía, una sonrisa hipócrita; al final de cuentas, ya sabía qué hacer para dar el primer paso hacia Frodo.

La jornada comenzó y, mientras Paolo recibía a unos clientes en una mesa de los portales, Frodo se dirigía a la cocina por una ciabatta con carne marinada en salsa de café y un capuccino frappé; pero Daniel ya lo esperaba ahí acompañado de su gran aliado, Rodrigo, quien era el cocinero. -Oye Frodo, ¿y a mí también me prestas tu suéter?, es que está muy coqueto-; Daniel sabía que, a pesar de que Frodo había besado a Paolo, su cerebro procesaba las cosas como cualquier hombre heterosexual promedio, así que sabía de antemano que Frodo no sospecharía nada, -claro, pídeselo a Paolo, él lo tiene- Frodo respondió y salió de la cocina. Daniel sonrió discretamente cantando su primera victoria.

-Amigo, Frodo me dijo que me prestaría su suéter; ¿me lo puedes dar, por favor?- 



Paolo era de pueblo; cuando llegó a Querétaro tenía esa ingenuidad que sólo las personas de rancho tienen, confiar en las palabras y con el corazón, pues están acostumbrados a que, en un pueblo, la honorabilidad de una persona se gana con la franqueza con la que hablan. Cuando se enamoró de Roberto, su primer novio, supo con lágrimas en los ojos que, en un lugar donde la apariencia de una felicidad utópica es básica para vivir, no se puede confiar en las palabras de alguien; así que, las ciudades que son símbolo de civilización se convierten en auténticas junglas donde rigen las leyes salvajes del más fuerte. Spencer y Norberto le enseñaron a Paolo lo que es la mentira disfrazada de amistad al lograr terminar con la relación entre él y Roberto. 

Gracias a Norberto y Spencer, Paolo supo que aquel tono de gentileza despreocupada con el que Daniel le pedía el suéter de Frodo, no era más que un aguijón venenoso esperando clavarse en la ingenua presa. –Ay amigo, lo siento; no lo traje, lo llevé a la lavandería- Paolo sonrió de la misma forma en la que Daniel lo había hecho antes, hipócritamente. –me lo traes mañana, por’fa- Dio la vuelta y se retiró; pero, de la nada salió Rodrigo, el eterno aliado de Daniel, en su defensa –no, lo tienes en tu locker, lo trajiste en tu bolsita de Diamonds International-. Paolo estaba rodeado, no le quedó otra más que entregárselo, pues no podía quedar como mentiroso frente a Frodo, así que era mejor destaparse ahora que después. –No te preocupes amigo, yo se lo devolveré a Frodo.- 

...pero un suéter no sería lo único que Paolo perdería después.



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