Once In Your Lifetime pt. 1



Hay historias de romance que suceden por casualidad pero que parecen haber sido dictadas por la misma Afrodita y que merecen ser contadas... aunque su final no siempre sea un felices para siempre.

Marrón 86 siempre fue el punto social de Paolo, era la cafetería preferida para reunirse con sus amistades; sus amigos Rodrigo y Daniel trabajaban ahí y, desde entonces, la visitaba con frecuencia, sobre todo los fines de semana que eran los ideales para cenar rico, actualizar chismes y salir con rumbo al antro.

Después de que los papás de Paolo lo corrieron de su casa, él tuvo que aprender a trabajar y a vivir por su propia cuenta; fue un paso muy difícil pero se acostumbró rápido, el hecho de no tener reglas que seguir más que las propias era algo que lo reconfortaba.

Una tarde que Paolo descansó de su trabajo, el ocio lo llevó a visitar a Daniel en su trabajo, pues debían de ponerse de acuerdo para salir aquel fin a bailar, como era costumbre. Paolo ocupó un lugar en el smoking room, sacó de su bolsita de Victoria's Secret un Benson&Hedges rosado, su preferido, y esperó a que lo atendieran...


- Hola, bienvenido. ¿Qué deseas ordenar? -

Preguntó una voz masculina mientras le ponía la carta sobre la mesa; Paolo, que revisaba su celular, levantó la mirada y... se enamoró a primera vista.

El cabello dorado y ondulado de aquel chico enmarcaban su rostro perfecto; su piel era blanca, con unos labios rosados que, sin siquiera moverse, hablaban de la más pura inocencia, y unos ojos enormes y claros que complementaban ése rostro infantil, angelical; pero que al mismo tiempo contrastaba con ése cuerpo que, a sus 19 años incitaba a los pecados más finos, excitantes y placenteros, aquellos reservados al Nirvana más elevado.

Esos microsegundos en que sus ojos se cruzaron hicieron que el corazón de Paolo latiera más rápido de lo que un 75% de descuento en toda la nueva mercancía en Saks podría causarle. Indescriptible.

- ¡Frodo! ¡La cuenta de la mesa 3! -

Se oyó a Daniel desde la otra habitación y que ocasionó que una idea diera vueltas en la cabeza de Paolo - le dicen Frodo - pensó; y sí, aquel chico era una copia casi fidedigna de Elijah Wood, por eso lo apodaron "Frodo".

Poco tiempo más tarde, Frodo volvió a donde Paolo para levantar su orden, esta vez acompañado de Daniel, quien iba con el propósito de acompañar a su amigo y platicar hasta que alguien más quisiera pagar su cuenta.

Paolo quería saber todo sobre el nuevo mesero, y no tardó en comenzar el interrogatorio, pero con la primer pregunta, Daniel respondió tajantemente - Se llama Alejandro, pero NO ES GAY - mientras torcía los labios como si le hubieran dado una cerveza quemada en el antro; sin embargo Paolo insistió - Pues está muy galán - Y siguió interrogando a Daniel, quien no tuvo otra más que contestar con la verdad a todas las preguntas de su amigo, pues de todas maneras, Paolo haría todo para conseguir salto y seña de aquel bombón. Daniel siempre demostró ser un buen amigo, pero si algo tenía en común con Paolo es que, cuando algo se les metía en la cabeza, no paraban hasta conseguirlo, fuera lo que fuera, incluso un chico; pues, como dice el dicho, "en la guerra y en el amor, todo se vale".

Aquella noche Paolo durmió hasta tarde, mientras daba vueltas en su cama pensando algún plan para acercarse más a Frodo, pues aunque Daniel le había asegurado que no era gay, Paolo quería, al menos, hacerlo su amigo. Eran casi las 3 de la mañana cuando sus ojos brillaron, ya sabía que hacer y finalmente durmió.

- Renuncio -


Dijo Paolo a la señora Alma, quien era la dueña del lugar donde trabajaba. Sí, renunciar fue la mejor idea que tuvo, no la más congruente, pero sí la más eficaz para acercarse a Frodo, pues el plan era pedir trabajo en su cafetería favorita y, aquella misma tarde, llevó su solicitud a Marrón 86. Luego de que Luis, el gerente, lo entrevistara, Paolo logró su primer objetivo: trabajar al lado de Frodo; lamentablemente, para su mala suerte, el primer día que se integró a laboral, Frodo descansó, pero le sirvió para asimilar y hasta ensayar la forma de acercarse a él.

El día esperado llegó. Aquel jueves Paolo llegó más temprano de lo normal y...

Ahí estaba él, con ese pelo desaliñado y su sonrisa de sol. Daniel los presentó y la historia comenzó. Al principio fue la timidez la que lograba solo miradas indiscretamente discretas, pero fue una mesa la que hizo que rompieran el hielo y finalmente, de las miradas, pasaron a las palabras.


- ¿Quieres que te ayude con esa mesa? - Preguntó Frodo a Paolo, - Por favor, es que está pesada - Asintió Paolo; había llegado un grupo de amigos al área que él atendía y, como Frodo no tenía mucha gente en la suya, se ofreció a ayudar. Fue así como comenzaron a entablar amistad y confianza entre ambos. Desde aquel día, se volvieron inseparables; pero, así como al día la precede la noche; a la felicidad, la envidia le pisa los talones.

Como ya era costumbre, Paolo y Frodo trabajaban juntos, compartían el trabajo y lo hacían muy bien. Un día llegó a cenar a Marrón 86 Jhonatan, un chico por el que Paolo se moría, pero que no le correspondía; sin embargo, él se desvivía atendiendo hasta sus más mínimas necesidades con la sonrisa más coqueta que tenía... y Frodo se dio cuenta. Al principio, éste sólo los veía pero no decía nada con los labios, aunque con la mirada decía todo. Paolo notó el cambio de actitud de Frodo hacia él y, aunque al principio lo ignoró, se fue tornando cada vez más incómodo hasta que ya no pudo más...

-¿Te pasa algo? Pareciera como si estuvieras molesto conmigo por algo-, -¿te gusta, no?- Preguntaba Frodo mientras mordía y retorcía un popote con coraje... -¿se nota?- Respondió con una sonrisa de chavita enamorada; pero Frodo se quedó callado, aventó el popote al suelo y salió de aquella área. La cafetería se estaba llenando de más clientela y ése fue pretexto ideal para salir del paso. Paolo no sabía lo que pasaba y la única conclusión a la que llegaba era: CELOS.

¿Celos?, ¿pero de qué? Si Frodo no era gay. Mientras transcurría la noche, Frodo era más hostil con Paolo y lo peor era que los clientes comenzaban a notarlo; eso no podía seguir así, había que arreglar las cosas antes de que algo más sucediera, pero Frodo también pensaba lo mismo, había que afrontar esa situación. Se cruzaron en la entrada del indoor room, una puerta pequeña donde apenas cabían ellos dos; Frodo atrapó a Paolo entre sus brazos recargándolos en una de las columnas...

-¿en serio te gusta el enano ése?
- ¡Ay ya Frodo! Déjate de bromas y déjame trabajar...
- ¿No te das cuenta que no te pela?
- ¿Me das permiso?, tengo que llevar esta cuenta a la mesa 6...


...Las miradas se cruzaron. Aquellos ojitos claros estaban rojitos, desesperados, buscando aquella respuesta que ya sabían, pero que se negaban a ver; fue entonces cuando el impulso hizo lo que los labios deseaban hacer hacía tiempo atrás...

Frodo besó a Paolo.


Un beso tierno pero desesperado, corto en tiempo pero eterno en sentimiento, de esos que nunca se olvidan... 

-¿No te das cuenta que me gustas?- Dijo Frodo y salió huyendo del lugar. Paolo se quedó con la mente en blanco mientras los demás los miraban; a lo lejos se escuchaba a Daniel gritar "¡Paolo, la cuenta!"... Sí, Daniel también los vio.

Después de aquel momento, la noche transcurrió como si nada; ése beso sin duda trajo paz al ambiente pero tormenta a una mente, y ésa era la de Paolo que estaba inundada de preguntas que necesitaban respuesta, pero todas ellas se resumían en una: 

-¿por qué me besaste?-
-ya te lo dije...-
-¿Entonces eres gay?-
-No te compliques pensando cosas, mejor disfruta el momento, disfruta que me tienes aquí; que estoy contigo-

Le sonrió y siguió con sus labores.

Paolo entendió que cada cosa en la vida es como es y que, como un cuadro de Picasso al que no se le haya forma, por más que parezca ser una pintura más, es único porque no es igual a ningún otro cuadro más. Frodo era él, sin reservas, sin etiquetas, y así debía de ser; aprender a disfrutar el momento, a disfrutarlo a él.

En la vida, hay batallas que son duras, que requieren de tiempo y estrategia, que nos desgastan, pero que se gozan, que se viven y que al final, la victoria son la más dulce recompensa, como dice el dicho "lo que más cuesta es lo que más vale, y más se disfruta"... 

Aunque en cada batalla, siempre existe un derecho a la revancha...


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