L’Imperatore y el Piccolo Principe




[1ra. Parte – Antecedentes y asi]


Marco Antonio

23 años

Emperador por convicción

Heredero y líder de nacimiento…

“L’Imperatore” gobierna el ahora imperio mas grande de todo el sur de Europa, incluyendo Alsacia, Lorena, Francia, la Gran Bretaña, Iberia, el norte de África y el Medio Oriente, estableciendo la ciudad de Milano como la capital, su ciudad favorita. Marco Antonio, desde niño fue educado por sus padres para gobernar, para imperar sobre todo lo que se le cruzara enfrente, educado en las mejores escuelas romanas para la clase más alta, la inalcanzable y hermética, la apta para la elite, para la dinastía pura y de sangre azul: los Emperadores. Aprendió a pelear, a entregar todo en una batalla, a vencer, a nunca perder. A la edad de 18 años, el apuesto Emperador recibió la corona de laureles que su padre portó desde pequeño y lo que lo marcó como el legítimo heredero y emperador del, hasta entonces, pequeño imperio del sur. Marco Antonio, por su parte y desde ese momento entendió y comprendió todas las enseñanzas que desde pequeño su padre le inculcó y a partir de ese momento se dedicó a enriquecer y engrandecer el imperio que su familia siempre protegió, así que se dedicó a luchar y conquistar territorios inimaginables, cruzó múltiples fronteras y culturas montado en su caballo, armado con su espada y su escudo de oro puro, cubierto por su capa enorme de telas finas e izando la bandera de su imperio en aquellas tierras desconocidas. Así, y en poco tiempo, convirtió el pequeño imperio en el más grande y más avanzado de toda Europa.


Un día, en su total obsesión por conquistar el mundo y no defraudar a su familia decidió montarse en su enorme flota naval y cruzar ultramar para descubrir nuevas tierras lejanas pero después de 5 días en su trayecto, una tormenta se les cruzó en su camino y desvió su ruta; así que después de un inevitable naufragio y la perdida de la mitad de su flota naval llegó a un reino que él jamás se había imaginado ni siquiera en sueños, era un reino totalmente diferente, hermoso… si, como en un cuento de Hadas…. Y es que en realidad estaba en el Reino de las Hadas, un lugar mágico donde la serenidad gobernaba. Marco Antonio y el resto de su flota encallaron en las playas de ése reino, se bajaron de sus barcos y, temerosos pero al mismo tiempo llenos de curiosidad, decidieron internarse en aquellas tierras desconocidas liderados por Marco Antonio. Ellos caminaban asombrados de tanta belleza pero nunca se dieron cuenta de que unos seres extraños en forma de mariposas los iban escoltando durante su jornada. El Emperador y todo su ejército siguieron su camino sin rumbo fijo, atravesando montañas y valles hasta llegar a una ciudad, la más hermosa jamás vista pero justo en el momento en el que èl lanzó el grito de guerra, señal a su ejército para iniciar la batalla de la conquista, aquellas mariposas que los seguían lanzaron una enorme luz cegadora que los hizo retraerse y bajar la mirada; cuando el efecto de la luz pasó, L’Imperatore y todo su ejército se dieron cuenta de que aquellas mariposas se habían convertido en unos seres andróginos de belleza inigualable y los rodeaban por todas partes, de repente, la líder de esas mariposas dio un paso al frente y, después de dar órdenes a las demás en un dilecto desconocido, dio un paso al frente y se dirigió al Emperador –No, Aquí no- entonces alzó la mano, tronó los dedos y aquellos seres lanzaron un grito suave que se convirtió en luces multicolores, las que en segundos tejieron una enorme red que atrapó al Emperador y todo su ejercito y; en un abrir y cerrar de ojos, ya estaban frente a un palacio enorme de cristal y diamantes.

Frente al palacio, aquel ser se entrevistó con otro de ellos que estaba en la puerta y entonces entraron. Marco Antonio y su ejército estaban admirados por tanta belleza… ellos, sorprendidos y asustados por no saber absolutamente nada de lo que estaba sucediendo seguían los pasos del ser aquel, atravesaron la recepción con pisos de mármol fino y decorado con hermosas flores blancas y rosadas de aroma sin igual, después, por un elevador esculpido en piedras de diamantes y decorado con láminas de oro puro subieron hasta una terraza a mitad de aquel castillo, de donde se podía observar toda aquella enorme ciudad cosmopolita, se abrieron dos enormes puertas de plata con cristales finos de zafiros y… al fondo… ahí estaba él… el Príncipe que reinaba aquel lugar, escoltado por dos Hadas de belleza infinita, sus mejores consejeras, una de ellas, Usagui, rubia como el oro y que brillaba como el sol; e Isabella, el contraste, de mirada penetrante, cabello negro como la noche y de piel blanca como la luz de la luna. El Príncipe se levantó de su trono, se acercó a Marco Antonio y entonces le dijo –Aquí no podrás conquistar… estas tierras son ajenas a ti, lejos de tu mundo… estas en el País de las Hadas, aquí no hay ambición, no hay guerras- el Emperador se estremeció y no supo que decir.

Su espada cayó al suelo.

-Ike’ya zuka almahadar ktogkda… G’kya zknomkayu shtomatz eli- Ordenó el Príncipe y entonces sus Hadas salieron de la habitación mientras los seres andróginos se llevaban al resto del ejercito para que Marco Antonio se quedara a solas con el Príncipe.

El Emperador se volvió a estremecer.

Hola Marco Antonio, bienvenido al País de las Hadas, no te preocupes por tu ejército, ellos estarán bien; tampoco te preocupes por ti, no te haré daño, aquí esa palabra no existe… Yo soy Paristtney Glam’eros, el príncipe de este Reino, de este País - entonces aquel indefenso conquistador le preguntó quien era él, cómo sabía su nombre y antes de que terminara de preguntar el por qué de todo, el Príncipe lo interrumpiò diciéndole –Al parecer la profecía se esta cumpliendo- se quitó la capa que lo cubría, se acomodó la tiara de diamantes y le dijo –sígueme- lo llevó hasta el balcón y continuó –Ahora no lo entenderías, es una historia muy larga… pero si te quedas, la comprenderás… yo te la mostraré, pero primero necesitas limpiarte- Marco Antonio se miro su ropa toda sucia, gastada pero el Príncipe con una risa sarcàstica le dijo –no, no me refiero a eso, sino a tu alma- No entiendo, dijo L’Imperatore, a lo que el Príncipe continuó –aquí las cosas no son como allá afuera, eso no lo entiendes aún por que no sabes el valor de la vida, sin embargo hay mucho tiempo para que lo entiendas; por el momento, tú y tus súbditos se pueden quedar aquí en mi Palacio mientras reparan sus naves marinas y emprenden el regreso hacia Europa- Marco Antonio miraba al Príncipe con la típica mirada altanera e imponente aunque por dentro estaba tan asombrado que para hablar, tartamudeaba.

El Príncipe encaminó al Emperador hacia la salida de esa habitación mientras Marco Antonio no lo dejaba de ver… estaba sorprendido, una idea rara daba vueltas en su cabeza pero ni él mismo sabía lo que era. El Emperador tenía un presentimiento. Paristtney llamó a los seres andróginos para que instalaran a los nuevos visitantes en el castillo y entonces diò la media vuleta y regresò a aquella habitación junto con sus Hadas, cerraron la puerta, el Principe salió al balcón y contempló el atardecer mientras pensaba “¡es muy guapo! Pero… tal vez no… no lo sé… estoy confundido” y sus Hadas le hicieron compañía.

CONVERSATION

1 Opiniones:

Anónimo dijo...

Simplemente soberbio y no como el pseudo Zar sino verdaderamente hermoso el relato, wow, increíble al mil, eres un mago de la narración y así. Super ya ancío leer la segunda parte!
Te adoro Piccolo Príncipe, la única queja que es extratemporal esque em imperio ruso en la ápoca moderna es el más grande ... así que situarémos tu relato en la época antigua para que la descripción del vasto territorio engrane perfectamente!
besitos mil de Aerosgirl!

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