El Pequeño Príncipe
Sereno como la noche, envuelto en sábanas de seda, la luna hace brillar su piel desnuda como una estrella más del firmamento, descansando en esa enorme cama, solo… es el Pequeño Príncipe.
Él duerme, en esta noche de calma. Un príncipe como los demás sueña en lo más deseado para él, ¿y que puede desear un príncipe si lo puede tener todo? Algo que ni su poder le ha podido dar.
El Pequeño Príncipe, a primera vista… caprichudo, mimado, venerado, ególatra, con un gran instinto de imperatividad, insolente, engreído… por eso sólo es escudo que lo protege de la maldad, es la barrera que dice a gritos “no más, por favor, no más”… no más dolor, no más soledad. El Pequeño Príncipe lo ha tenido todo y, por suerte, las personas que lo rodean lo aman por lo que es, tiene la bendición de que, con él, se encuentran las Hadas más poderosas, tiernas y amorosas de todos los cuentos que han existido jamás. Lo aman y él también las ama, aún así, hay algo que le hace falta al Pequeño Príncipe.
Hace tiempo, 3 plebeyos de distintos reinos le hicieron ver de cerca aquello que el Pequeño Príncipe anhela… pero todo fue rápido y fue vano… tan rápido que el tiempo se ha encargado de dejarlo en el olvido. Pasó y el Pequeño Príncipe se sentía cada vez más vacío y más hueco… esa necesidad lo iba consumiendo. De repente la Luna se dignó en enviarle a un Caballero Medieval, la Luna lo guió y lo llevó hasta él, el Pequeño Príncipe entonces parecía un sol, brillaba su carita con tanta intensidad que todo su reino lo notaba, parecía que por fin el Pequeño Príncipe había encontrado y llenado ése hueco que tenía dentro de sí y no sabía lo que era… era una necesidad de sentirse protegido y lleno de vida… entonces el Pequeño Príncipe conoció ése sentimiento al que llamó “Amor”… sí, eso que el Pequeño Príncipe sentía no era nada más que Amor… pero al paso de bastantes lunas y bastantes soles, eso se convirtió en dolor… el Caballero Medieval tuvo que regresar solo a sus batallas, ya no necesitaba al Pequeño Príncipe; el amor se convirtió en dolor, un sentimiento que el Pequeño Príncipe ya conocía a la perfección… un dolor que venía nada más y nada menos que de sólo mentiras generadas por el desamor, entonces esa luz que su carita irradiaba se convirtió en la penumbra más oscura jamás vista en su propia fantasía… era dolor lo que el Pequeño Príncipe sentía.
El tiempo ha pasado y, ahora, el Pequeño Príncipe vive lejos de su castillo a la orilla del mar… ¿el motivo? Olvidar… olvidar y dejar que las olas del mar arrastren ese dolor hasta el abismo infinito del mar… 2 desilusiones vinieron después de que el Caballero Medieval partió, y su vida sigue igual… vacía, sin embargo el Pequeño Príncipe no ha perdido la esperanza que queda en él. Quiso apostar por un Emperador Romano pero no, como siempre falló; los emperadores sólo buscan el beneficio propio, son de hielo, sin sentimientos y egoístas, y, aunque el Pequeño Príncipe pudo ver más allá de aquel hombre de hielo, El Emperador se negó, así que el Pequeño Príncipe tuvo que retirarse e irse.
Hoy, el Pequeño Príncipe sigue ahí, en busca del amor, del amor verdadero, en busca de aquel ser humano que lo ame y lo haga sentir protegido… único… pide amor para dar amor.
El Pequeño Príncipe duerme ahora, acariciado por la suave brisa nocturna del mar frente a él, envuelto en sus sábanas de seda, iluminado por la luna y… soñando con aquel amor que tal vez algún día llegue a rescatarlo de ésa oscuridad y esa tristeza que lo mata día a día… aquel amor que tal vez llegue algún día… aquel amor que tal vez nunca será.
1 Opiniones:
Como tal cual argumento no tiene final definido auguramos la felicidad al Pequeño Principe, recordándole que en su reino cuenta con Diorisima Corte que siempre estará ahí, compartiendo alegrías y velando sus más oscuros sueños... et voilà je suis Diorisima! Besos corazón me encanta como escribes!
afectuosamente...Aerosgirl!
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